miércoles, 15 de junio de 2016

Cala de Enmedio.

Cala de Enmedio tiene fama de ser
la playa más solitaria y secreta del Cabo de Gata aunque en realidad no es asi,existen otras calas mas secretas y mucho mas solitarias que esta,como cala Puente o cala Rosada,que casi nadie sabe de su existencia,pero hoy toca hablar de esta de Cala de Enmedio.
El viento y el oleaje han esculpido en un antiguo arrecife de coral la blanca cala de Enmedio, una de las más bellas y escondidas del Parque Natural. Faros, molinos de viento y pueblos morunos salpican una costa que todavía se mantiene a salvo del turismo masivo, algo insólito en el Mediterráneo .

Hace poco más de medio siglo, Juan Goytisolo recorría la comarca de Níjar y, al acercarse a Agua Amarga, anotaba que era “la tierra más pobre de España”, en la que solo había “lagartos y piedras” (Campos de Níjar, 1959).
Hoy, milagros del turismo, Agua Amarga es el pueblo más deseado de la costa almeriense, con hoteles-cortijo de diseño, clubes de hípica y buceo, spas y otras delicadezas que hubieran resultado incomprensibles para los cuatro pes-cadores que vivían antaño. De aquella antigua aldea dedicada a la almadraba, quedan unas cuantas calles y costanillas bien conservadas en el centro y las barcas varadas en la playa del pueblo,pero tampoco vamos a hablar hoy de Agua Amarga.

No es esta, sin embargo, la playa más bella de Agua Amarga, sino la cala de Enmedio, una pequeña ensenada escondida a un kilómetro y medio, hacia el sur, que hechiza al visitante por sus arenas y rocas blanquísimas, las cuales sacan a relucir los colores más llamativos de la paleta marina: turquesa, esmeralda, verde botella..., y donde resulta obligado ponerse unas gafas para bucear en estas aguas de fantasía. 

Para llegar a la cala de Enmedio hay que andar media hora desde Agua Amarga, subiendo por la calle Depósito y luego por el cerro del Cuartel. Es una senda sencilla, bordada de tomillos, lirios y siemprevivas, que conduce sin pérdida posible hasta la playa perfecta: 130 metros de arena brillante, flanqueados por acantilados cóncavos y ex-tensas plataformas de calizas arrecifales, tan blancos que el observador podría creerlos de hielo, si ésta no fuera la esquina más árida y ardiente de la península Ibérica.

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